Ante la abundancia de “malapagas”, fiar tiene sus riesgos. A una vendedora de empanadas, en una conocida universidad, se le han “desaparecido” clientes adeudando menos de cien pesos. En el otro extremo se ubica Carmen Luisa Marte, una dama de 53 años tan devota de saldar que cuando debe se le flojan los esfínteres.
En Santiago, una chica del jet set santiaguero, acostumbrada a coger fiao (y no pagar) atento a su apellido, fue parada en seco por el dueño de una tienda que la despidió con la perla “tu deberías traerme en vez de cogerme fiao”.
Marta de Jesús, antigua ejecutiva y asesora de la banca comercial, reconoce que hay varios tipos de “malapagas”. Unos, los más creídos, se creen irrespetados al requerirles el pago contractado, porque se consideran intocables por su estatus o abolengo proveniente de algún apellido sonoro.
Estos personajes, asegura, insultan al dependiente y siempre solicitan hablar con el presidente para intimidar al empleado que cumple su función. En otro costado de la vida y con la cara muy limpia están los que se saben los trucos legales para alargar el caso y finalmente no pagar.
“Estos son muchos y son ampliamente conocidos en los círculos financieros del país. Sé de un caso famoso en que un “malapaga” se tragó un pagaré para no pagar”, confiesa Marta de Jesús.En la clasificación, tienen su peldaño quienes acuerdan un préstamo a sabiendas de que nunca cumplirán.
Los pertenecientes a esta categoría “especial” tienen sus abogados pre-seleccionados y también conocidos en la materia. De acuerdo con la ex banquera, “esos turpenes están en todos los lugares y hay muchos en el medio que salen en revistas, visten el mejor atuendo y saludan parsimoniosamente en recepciones a quienes reclaman su pago”.
Los pertenecientes a esta categoría “especial” tienen sus abogados pre-seleccionados y también conocidos en la materia. De acuerdo con la ex banquera, “esos turpenes están en todos los lugares y hay muchos en el medio que salen en revistas, visten el mejor atuendo y saludan parsimoniosamente en recepciones a quienes reclaman su pago”.
Con tal de librarse del compromiso, la tormentosa especie de “malapagas” critica el servicio ya consumido y acaba con el producto comprado. A juicio de Marta de Jesús, quien padece y hace “quillar” al otro con este mal, nunca piensa que lo que debe es prioridad.
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