El Verdadero líder
Por Germán Pérez
publicado por el Caribe
Forjar un verdadero liderazgo, en cualquier aspecto de la vida cuesta mucha dedicación, preparación, disciplina, carisma y hasta sacrificio.
No se hace un líder de la noche a la mañana, ni nunca se hará, por el mero deseo de sobresalir a toda costa. No es lo mismo ser un dirigente, que ser un auténtico líder.
El líder conjuga lo dulce y lo amargo, lo viejo y lo nuevo, y predica e inspira admiración, en vez de temor.
El verdadero líder no rehúye a las adversidades y los contratiempos de la vida; se monta en un tren sin combustible y lo echa a andar, siembra sobre piedra y obtiene buenos frutos, convierte la angustia en alegría y bienestar, transforma las derrotas en triunfos.
Debe tener la sonrisa y franqueza de un niño, la conciencia del reloj, y la templanza del sol cuando sea necesario.
Es responsable, actúa con justicia y equidad, confía en Dios sus acciones y decisiones; escucha a su gente y luego consulta a su conciencia antes de decidir qué hacer en cada circunstancia.
El líder no teme a la derrota, convierte el pesimismo en optimismo, es visionario y progresista, ve con los ojos del alma y otras veces con los de la cruda realidad; es generoso en el presente e idealiza la empresa del porvenir.
Para mí un auténtico líder tiene el alma de poeta y corazón de leñador; es noble como la electricidad y tan amplio como un jardín sin fin.
Conjuga la pureza del roble, la dulzura de la miel, lo caliente del fuego y la visión adelantada del profeta.
A lo otro, se puede llamar dirigente o cualquier otra cosa, de lo que tanto abunda en nuestro patio nacional y en otros patios individuales.
Algunos, en su afán de convertirse en líderes, han confundido su rol, confrontando, desafiando e irrespetando a los verdaderos líderes que se han ganado el favor y el cariño del pueblo.
Considero que por esas razones y otras más, muchos dirigentes en el campo político, no alcanzarán la condición de líder, porque han esclavizado su éxito a otras cosas banales e intrascendentes, que degüellan la nobleza y las demás virtudes que tonifican y dan vida al verdadero líder.
Un verdadero líder está provisto, además, de conocimiento, valor cívico y amor absoluto por la causa que abraza y defiende. Lo demás es poca cosa. ¡Pa´ lante presidente!
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